- Emily Cabrera M
- hace 4 días
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Estoy posponiendo la escritura. Es un acto absolutamente consciente donde hago planes en mi mente sobre la importancia de escribir, donde reflexiono sobre la escritura, donde me confirmo a mí misma que soy una artista y quiero ser esto. Sin embargo, lo pospongo. No lo hago. Simplemente no me siento a escribir.
Estoy convencida de que mi mente me lo impide porque siento que, cuando me siente, cuando lo haga, debe salir la obra maestra que mi interior tiene guardada. Literatura alta, de calidad, casi integrada al canon.
Entonces, no escribo. Y leo, camino, hago deporte, cocino -poco-, visito cafés donde prendo la computadora pero lo que hago es escribir mi diario, organizar mi vida, leer artículos. Y sigo sin escribir. Hasta hoy, domingo seis de octubre, donde me dispuse a leer un libro que, como tantos que he leído, no son la gran cosa, ni un Nobel de literatura, ni un nuevo Cervantes (que ni siquiera me gusta). Y este libro es llano, pero profundo. Expone la neurosis del escritor que ni siquiera sabe porqué escribe, pero lo hace.
Leer un libro mediocre me dio la fuerza e inspiración para sentarme a escribir, que hacía meses no lo hacía.
Meses, o muchos días, lo cual es parecido. Entonces hoy dije bueno, voy a escribir sobre el acto de no escribir. Y todo lo que eso significa, saber que hay ideas florecientes en tu interior que no ven la luz. La famosa procrastinación de las palabras. Miro mi escritorio, bien decorado, y siento que falta algo. Pero no falta nada, lo que falta soy yo, sentada acá.
Escribiendo esto.
A veces me pregunto sobre la existencia en sí, no es que vaya a encontrar una respuesta y, sinceramente, muchas veces preferiría no preguntarme nada y vivir en piloto automático. Pero es mi naturaleza, o siempre lo ha sido, desde pequeña. Intentar indagar en mí y entender lo que siento y lo que soy me habilita a conocer diferentes partes de mi ser que me conducen a un lugar mejor… o eso creo.
La realidad es que, como artistas y escritores, vivimos en una sociedad donde prolifera la inmediatez y la exposición y no siempre busco eso. De hecho, muchas veces busco lo contrario. El resultado, sin embargo, puede resultar desagradable cuando me encuentro algo vacía, sin entender cuál es mi propósito.
¿Tengo un propósito?
De momento, es este, escribir.
Hace no tanto entendí o falsamente creí que podía ayudar a otras personas a través de mi escritura, es decir, motivarlas a que escriban también. Eso me llevó a un espiral donde sentía que le debía algo a las personas que me leían. Perdí el foco.
Aunque suene egoísta: siempre escribí para mí. Tener un público es solamente un efecto colateral de una actividad que es inherente a mi existencia. Pese a quien le pese.